viernes, 15 de junio de 2007

El extravagante final de Adalfredito Scotelmi
(un leve recuerdo de Milenko)


Usted me pregunta qué pasó, amigo, y yo puedo contarle la historia que anda de boca en boca acá, yo no lo conocí personalmente. ¡Pobre hombre! Y bue, la vida, a veces es así, vaya uno a saber por qué la gente termina así.

Dicen que era un hombre ya grande, andaría por los cincuenta, año más, año menos. Parece que era un hombre feliz en los primeros tiempos, que tenía un buen pasar. Vivía con su mujer, Clara y dos hijos que eran la luz de sus ojos, Javier y Josefina. A ellos yo solía verlos de tanto en tanto. Buenos hermanos, estudiosos y trabajadores, él solía ir con su padre al campo a ayudarlo, siempre decía que quería ser ingeniero agrónomo y Josefina quería ser maestra.

El hombre tenía buenos campos, en estas tierras y con la cantidad que el tenía, ¿quién se iba a imaginar?, los trabajaba muy bien. En el campo grande, allá, el que tiene un bosquecito de eucaliptos, ahí tenía vacas y del otro lado sembraba la soja y a veces según como venía la mano de los precios, sembraba trigo o maíz. Solía tener buenas cosechas, bue, como todos acá, pampa húmeda. También tenía un campo chico del otro lado, pasando Tambo Nuevo, tenía algunos frutales y criaba chanchos, conejos, pollos, un poco de todo, vio. No, no si se las ingeniaba el hombre. Eso sí, trabajaba como un burro el tipo, de sol a sol.

La cosa le empezó a andar mal por allá en el 2001, dicen que tenía muchas deudas con el banco. Le habían dado plata para maquinarias, para la camioneta que cambió por una cuatro por cuatro. Pero las cosas se pusieron feas para todos los que tenían unos manguitos en el banco, se acuerda, … la pucha que los tiró de las patas, a mi también me dejaron pata para arriba en esa época… parece que Adalfredito ya no podía pagar las cuotas, lo amenazaban con rematarle la camioneta, la casa y los campos, se ve que todo eso también fue desgastando la relación con su mujer y sus hijos, ya no era lo mismo que antes, vio. La cosa se empezó a poner negra para el pobre.

Un buen día Josefina y Javier se fueron para Rosario. Él les había regalado en las buenas épocas, un departamentito para que fueran a estudiar. Y se fueron nomás, sin más trámite.

Pero lo más bravo se puso cuando se fue ella, Clara. Así de golpe, se mandó a mudar, nadie sabe adónde ni con quién, hay algunas conjeturas que no vienen al caso, pero lo que sí se sabe con certeza es que nadie la volvió a ver.

Y a partir de ahí, Adalfredo, se fue desbarrancando poco a poco, empezó a empinar el codo de lo lindo y cada vez más, ya se lo veía borracho por todos lados. Un amigo mío lo encontró caído en una zanja y con la botella en la mano, no la soltaba el tipo. Ya no parecía el mismo hombre. ¡Dios mío, hasta donde puede llegar una persona!. Ya no le quedaba nada. De a poco le fueron rematando todo lo que tenía, ya ni siquiera se defendía, no podía, estaba arruinado el pobre.

Entonces fue que se le metió el diablo en la cabeza. Y cuando iba cayendo la tarde, fue al galpón, agarró una soga larga, buscó un árbol solitario en medio del campo y se colgó, así nomás, fue .... el final de Adalfredito Scotelmi.
I

jueves, 14 de junio de 2007